lunes, 3 de diciembre de 2007

Milano 2007


Este es el relato de un viaje de cuatro días que decidimos hacer Amparo y yo.

PRIMER DÍA

Este relato comienza en el aeropuerto de Valencia, saliendo tarde el avión, así como una hora, con las consecuencias que eso trajo, llegamos al aeropuerto milanés, muy tarde. Cogimos el autobús que nos dejo en Fiera Milano, la feria de Milán, ya que el hostel estaba cerca o al menos eso creía yo. Caminamos un poco desorientadas y al estilo turista, es decir mapa en mano y maleta colgando, por la noche milanesa, en una ciudad vacía de gente.
Llegamos al hostel, por fin, el cual de aspecto estaba muy bien, así que emprendimos el camino a la habitación con la curiosidad de averiguar con quien nos había tocado dormir…ah! sorpresa, es lo que tienen los hostel nunca sabes con quien vas a compartir habitación, si con un grupo de chiquillos con ganas de fiesta o con unos carcas que se creen que están invadidos por el espíritu joven y vienen a estos sitios para autoafirmarse de que siguen siéndolo.
Pues para sorpresa de muchos, incluida la mía, estuvimos con la “bella durmiente”, personaje que iré presentando a lo largo del relato y que iréis comprendiendo el por qué de este nombre. También hizo acto de presencia la “camionera”, esta daba unos ronquidos que resonaban en todo el pasillo. En fin, que para ser la primera noche no estuvo mal.

Al día siguiente como buenas chicas nos levantamos pronto para ver la ciudad, la bella durmiente seguía durmiendo, comentario mío para que os pongáis en situación respecto al personaje.
Nuestro primer punto de vista seria el Duomo, como todo el mundo que estaba ese día en Milán, originales si que somos. La verdad es que impresiona cuando sales del metro y ves a tus espaldas el Duomo, todo blanquito y a tu derecha la galería Victorio Emmanuele…así que hicimos un rato el turista, fotos y más fotos, visita al Duomo y alrededores y todo lo que hace la gente cuando va a Milán, foto en los escaparates, porque dentro no puedes ni entrar a mirar.

Por la tarde, hartas de ver monumentos, decidimos dedicarla a lo nuestro, las compras, pero fuimos de compras a tiendas donde se podría entrar, es decir a tiendas donde nuestro presupuesto nos permitía hacer algún que otro gasto. Así que entramos al Zara, al H&M, a Benetton…vamos a donde solemos ir a comprar en Valencia y cual fue nuestra sorpresa…pues incluso en estas tiendas el precio de la ropa era mucho más caro que lo que suele ser normal para estos establecimientos, unos 20 o 30 euros más valían las prendas allí que aquí. Milán es lo que tiene que rezuma glamour hasta en el precio. También decir que hasta vale la pena entrar de visita turística al Zara de Milán, menuda tienda más impresionante tiene el tipo este allí, casi nada, más bonita que las de Valentino, Armani o D&G, una pasada, alucinante. Tiene un Hall enorme con dos escaleras a ambos lados de esas que se juntan arriba con una balaustrada muy vistosa y una lámpara de araña que cuelga del techo, escalera que toda pretty woman que se tercie tiene que bajar, cual modelo milanesa en plena semana de la moda.

Cansadas del ajetreo de mirar modelitos y probártelos, decidimos darnos un respiro y tomarnos algo en una de las terrazas que hay en la galería Victorio Emmanuele, para ver pasar la gente y tomar el pulso a la ciudad. Yo era sabedora que los milaneses tienen la costumbre de tomar “l aperitivi”, que no es otra cosa que tomar una copa con los amigos, y con “l aperitivi” te sirven unas tapas, que en la mayoría de sitios es una mesa llena de platos de aperitivos de todo tipo y tu pasa con tu plato y te vas sirviendo de lo que más te apetece, desde pasta de todo tipo, fiambres, rissoto, ensaladas, un festín, dos aperitivis de estos y te ibas más que cenada, además a un precio muy asequible, de unos 6 a 8 euros la copa, dependiendo del lugar, claro. Apuntar que la copa no es una cerveza o una simple coca-cola, ni hablar, la copa era un combinado o cóctel de los que te prepara un barman profesional, coctelera en mano. Tendrían que aprender muchos sitios en Valencia de esta técnica, unos 7 euros cóctel de coctelera y barra libre de aperitivos…no se lo que duraría aquí.

Así pasó nuestro primer día entre visitas a los monumentos, compras y copas, cual niñas obedientes regresamos al hostel a dormir, puestos que estábamos agotadas de tanto andar, la verdad es que siempre he querido hacer de pretty woman pero es cansadísimo, chicas acabas muerta, no entiendo como lo aguantan.

Pero la cosa no ha acabado ahí, las noches del hostel dieron mucho de sí. A nuestro regreso, la “bella durmiente” estaba durmiendo, y eso que eran sobre las 23h., Amparo y yo nos hacíamos cruces, ¿Como puede ser que esta chica cuando nos levantamos está durmiendo y cuando venimos a acostarnos, también está durmiendo? ¿le habrá picado la mosca tse-tse? ¿tendrá la enfermedad del sueño?, son preguntas que Amparo y yo nos hacíamos, con la extrañeza con que las hacen la gente que va con idea de disfrutar la visita y no entiende como otras personas puede pasarse el día durmiendo perdiendo la oportunidad que te brinda la ciudad, en fin, que tiene que haber gente para todo.
Como cada noche emprendimos el ritual de cambiarnos, ponernos el pijama, y permanecer una media hora en el cuarto de baño que era el único sitio donde habían enchufes y podíamos cargar nuestros aparejos, móviles, cámaras, etc. Durante este rato nos dedicamos a escuchar el MP3 y a rajar del personal que entraba al baño, que era de lo más variopinto.
Una vez terminada nuestra sesión de baño, nos dirigíamos con sigilo a la habitación dispuestas a dormir, abríamos la puerta despacio para no perturbar el sueño de la “bella durmiente” y cuando me disponía a iniciar la escalada a mi cama, que era la superior en la litera, me dí cuenta que no tenia sábanas, que me las habían quitado…jo que rabia. Así que no había más remedio que bajar a recepción y pedir unas sábanas, con lo que ni cortas ni perezosas bajamos con nuestras mejores galas a la recepción, es decir en pijama, yo con uno de Mickey Mouse y Amparo con uno de cuadros de colores, monísimas.
La recepción estaba llena de críos de 20 años que se iban de marcha, sus ojos no tenían otro destino más que nuestra presencia, por un momento me sentí observada por miles de miradas, pero no me importó lo más mínimo, llega una edad en la que todo esto te resbala y esa edad ya la he alcanzado. Si hubiese tenido 20 años, probablemente no hubiera bajado en pijama…la edad es lo que tiene, te libera de todo mal incluso del de la pavería…CONTINUARÁ