Tercer día de nuestras princesas en París, a estas alturas ya podíamos decir que estaban hechas unas francesas de pro. Se habían aclimatado perfectamente, cumplían los horarios franceses y en el metro eran unas más, se lo conocían al dedillo.
Pues bien, la jornada empezó tempranísimo, puesto que el objetivo matutino estaba puesto en subir a la Torre Effiel y para ello debían hacer una inmensa cola de gente, de estas colas que desanima a cualquiera menos a nuestras princesas, puesto que no podían irse de París sin haber subido a la torre, seria como un sacrilegio o una ofensa a los franceses. Por lo que aguantaron estoicamente unas tres horas de cola para subir a la torre, una vez allí arriba, visitaron los tres pisos de la misma haciendo fotos de todos y cada uno de los rincones. Por fotos no fue.
Una vez emprendieron el descenso de la torre fueron avasalladas por estos vendedores clandestinos de torres Effiel “kitsch” en formato llavero, para encima de la tele, para el coche…en fin que había todo tipo de accesorios “kitsch” en formato torre Effiel.
Nuestras princesas no se pudieron resistir y se trajeron unas cuantas torres en formato llavero, de un dorado muy dorado, casi oro.
El primer objetivo del día ya lo tenían conseguido, no sin pasar el calvario pertinente de las colas. Ahora se encaminaron al segundo objetivo, Montmatre, el barrio bohemio de Paris donde los pintores campan a sus anchas y expresan su arte en las calles repletas de gente que quiere empaparse de ese ambiente bohemio que hace un tiempo se respiró por esos barrios pero que ahora es una “meca” turística a la que cualquier visitante debe de peregrinar. Aún así recomiendo su visita.
A la vuelta foto en el Molin Rouge, típica foto parisina, y vuelta al barrio latino, donde nuestras princesas tenían como objetivo hacerse una “Fondue” como una catedral para degustar la típica comida francesa.
Pues se pusieron manos a la obra y se “cascaron” 3 fondues de queso y de postre unas creps de chocolate, ahí es nada, por supuesto una vez terminado con el festín nuestras nobles tuvieron que caminar un poco para rebajar la copiosa comida, pero como todo paseo dado a las orillas del Sena, fue un verdadero placer, estirar las piernas contemplando la incontenible belleza parisina.
Pues bien, la jornada empezó tempranísimo, puesto que el objetivo matutino estaba puesto en subir a la Torre Effiel y para ello debían hacer una inmensa cola de gente, de estas colas que desanima a cualquiera menos a nuestras princesas, puesto que no podían irse de París sin haber subido a la torre, seria como un sacrilegio o una ofensa a los franceses. Por lo que aguantaron estoicamente unas tres horas de cola para subir a la torre, una vez allí arriba, visitaron los tres pisos de la misma haciendo fotos de todos y cada uno de los rincones. Por fotos no fue.
Una vez emprendieron el descenso de la torre fueron avasalladas por estos vendedores clandestinos de torres Effiel “kitsch” en formato llavero, para encima de la tele, para el coche…en fin que había todo tipo de accesorios “kitsch” en formato torre Effiel.
Nuestras princesas no se pudieron resistir y se trajeron unas cuantas torres en formato llavero, de un dorado muy dorado, casi oro.
El primer objetivo del día ya lo tenían conseguido, no sin pasar el calvario pertinente de las colas. Ahora se encaminaron al segundo objetivo, Montmatre, el barrio bohemio de Paris donde los pintores campan a sus anchas y expresan su arte en las calles repletas de gente que quiere empaparse de ese ambiente bohemio que hace un tiempo se respiró por esos barrios pero que ahora es una “meca” turística a la que cualquier visitante debe de peregrinar. Aún así recomiendo su visita.
A la vuelta foto en el Molin Rouge, típica foto parisina, y vuelta al barrio latino, donde nuestras princesas tenían como objetivo hacerse una “Fondue” como una catedral para degustar la típica comida francesa.
Pues se pusieron manos a la obra y se “cascaron” 3 fondues de queso y de postre unas creps de chocolate, ahí es nada, por supuesto una vez terminado con el festín nuestras nobles tuvieron que caminar un poco para rebajar la copiosa comida, pero como todo paseo dado a las orillas del Sena, fue un verdadero placer, estirar las piernas contemplando la incontenible belleza parisina.
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